PHILIPSBURG, Sint Maarten – Los acontecimientos recientes han puesto de relieve una vez más las deficiencias de la Política de laderas de Sint Maarten, lo que refuerza la urgente necesidad de una legislación jurídicamente vinculante para proteger nuestros paisajes naturales. Como se ha informado en los medios de comunicación, los proyectos de desarrollo en laderas que se están llevando a cabo, como la residencia Concord en Pelican Key y las extensas excavaciones en Cole Bay Hill, han provocado la indignación pública, con preocupaciones por la deforestación, la erosión y las consecuencias a largo plazo de la construcción sin control. Si bien el Ministerio de VROMI ha defendido la política, está claro que sus directrices por sí solas no son suficientes para evitar la degradación de nuestras laderas. Lo mismo puede decirse de la Política de Playas, que también carece del peso jurídico necesario para evitar el desarrollo excesivo y la invasión de las costas que definen la identidad de nuestra isla.
La Política de laderas, implementada en 1998, tenía como objetivo regular el desarrollo en áreas elevadas, asegurando que la construcción no comprometiera los espacios verdes de la isla, la biodiversidad y las defensas naturales contra inundaciones y deslizamientos de tierra. Sin embargo, sin una aplicación legal, la política sigue siendo en gran medida consultiva, lo que permite a los desarrolladores proceder con proyectos que socavan su propósito mismo. Las restricciones de la política sobre la construcción de alta densidad y su llamado a la consideración ambiental se pasan por alto rutinariamente, como lo demuestra la continua tala de vegetación y la alteración de las pendientes para la expansión comercial y residencial. Sin sanciones claras o un marco legal que obligue a cumplir, estas actividades persisten, amenazando no solo la belleza natural de la isla sino también su resiliencia a los fenómenos meteorológicos extremos.
De manera similar, la Política de Playas no brinda protección suficiente contra la privatización y explotación de nuestras costas. El acceso a la playa para los residentes continúa siendo reducido, y los nuevos desarrollos se adentran más en lo que deberían ser espacios costeros públicos. La invasión de las dunas y la vegetación de la playa contribuye a la erosión, lo que hace que la costa sea más vulnerable a los huracanes y al aumento del nivel del mar. Sin embargo, sin una ley que imponga límites y garantice una gestión costera sostenible, nuestras playas siguen a merced de un desarrollo descontrolado.
La falta de protecciones jurídicamente exigibles para las laderas y las playas tiene consecuencias de largo alcance. La deforestación en las laderas exacerba la escorrentía y la erosión del suelo, lo que provoca un aumento de las inundaciones en las zonas más bajas. El desarrollo costero no regulado no solo agota la biodiversidad marina, sino que también limita el acceso público a lo que debería ser un recurso nacional compartido. Estos desarrollos a menudo se llevan a cabo sin evaluaciones integrales de impacto ambiental, lo que deja a las comunidades vulnerables a los desastres y reduce las defensas naturales que ayudan a proteger a Sint Maarten de los impactos del cambio climático.
Si Sint Maarten realmente quiere adoptar la sostenibilidad, debe ir más allá de las políticas no vinculantes e implementar leyes que prioricen la seguridad ambiental a largo plazo sobre las ganancias económicas a corto plazo. Es hora de que el parlamento tome medidas decisivas e introduzca una Ordenanza de Protección de laderas y una Ordenanza de Protección de playas que garanticen que el desarrollo no se produzca a costa de las defensas naturales de nuestra isla. Si no actuamos ahora, no sólo provocaremos una mayor degradación ambiental, sino que también socavaremos la resiliencia de nuestras comunidades frente al cambio climático. Proteger nuestras laderas y playas no es sólo una cuestión ambiental, sino una necesidad urgente para el futuro de Sint Maarten.